miércoles, 16 de diciembre de 2015

Invierno a la rumana (II). Música y gastronomía.



Una “colindă” (en singular “colind”) es un cántico ceremonial rumano que puede ser cantado o declamado, que se podía oír en el periodo navideño, principalmente en los pueblos de Rumania.
Etimológicamente, la palabra colindă, colind procede del latino calendae.
La acción de colindat (según el catálogo oficial del Patrimonio cultural inmaterial la UNESCO) es una tradición cristiana especifica de Rumania; pero sus orígenes son precristianos. Etimológicamente, la palabra colindă, colind procede del latino calendae.
Grupo de colindători, con la Estrella de la Natividad.
Es una costumbre que, hoy en día, en las grandes ciudades, se pierde o se vuelve virtual. La Navidad se celebra cada vez más en la familia, y cualquier cántico navideño es denominado “colindă”, incluídos los himnos religiosos cantados por los coros de las iglesias.
En rumano, el verbo a colinda significa “caminar cantando”, o “cantar caminando”, y por extensión, coloquialmente, “dar una vuelta”.
Las “colinde” no se han de confundir con los “Cánticos de Estrella”, típicos para las fiestas invernales cristianas. Las “colinde” se cantan desde Nochebuena y hasta Año Nuevo.
Tampoco tienen nada que ver con el verbo intransitivo español “colindar”.
Tradicionalmente, no recibir a algún grupo de “colindători” está mal visto y hasta puede traer mal fario, al ser considerados estos – en general, niños - como “los que traen al Niño Jesús” a las casas de los cristianos.
Al acabar de cantar, los “colindatori” son agasajados por los anfitriones, en señal de agradecimiento, con roscos de pan trenzados, dulces típicos de temporada, manzanas y nueces, etc.
Los anfitriones ofrecen roscos a los colindători


Velando los roscos rituales
Además de las “colinde” con temáticas bíblicas (Natividad de Jesucristo, el viaje a Belén, los Reyes de Oriente) en Rumania se dan “colinde” paganas – herencia de las Saturnales romanas, las Dionisias griegas y las Apokrias (carnavales invernales) de toda Europa. Estos cobran distintas formas – temas de teatro callejero, con mascaras zoomorfas como la cabra, de extracción dionisiaca, o el oso, una herencia del culto totémico del oso.
Sobre los temas inicialmente religiosos han aparecido, a finales del siglo XIX, junto con el auge de la cultura coral, obras para coro a cuatro voces.
La mejor versión de las “colinde” navideñas para coro es aquella del Coro Nacional de cámara “Madrigal”, catalogado “Bien del Patrimonio Cultural Universal” por la UNESCO en 1992.
El Coro de Cámara Nacional "Madrigal" con su director y fundador, Marin Constantin
Tal es la exquisita calidad de este coro, especializado en la música de la Edad Media, incluida la bizantina, que ya en 1968 han logrado burlar la censura del régimen, grabando un disco de “colinde” con los que la mayoría hemos crecido, y que nos emociona en cada Navidad. Para colmo, por muy censurado que lo fuera, prácticamente no había casa que se preciara sin tener aquella grabación – sino el disco, al menos una copia pirata en cinta magnética. Disfruten del arte del Coro Madrigal en una selección de estas pequeñas joyas sonoras, que tanto emocionan a los rumanos. También he añadido un par de piezas del mismo género, interpretadas por el coro masculino del Ejército Rumano.
Bueno, es posible que tengan que escuchar medio minuto de publicidad, que nada tenga que ver con lo arriba expuesto, pero son gajes de internet...
Ahora, nos vamos para la cocina.

Los Pañales del Niño Jesús
Pañales del Niño Jesús, o tortas moldavas
Es este un postre delicioso, que las amas de casa rumanas preparaban con bastante antelación, y sobretodo en su area de origen, Moldavia.
Hoy disponemos de pasta filo en casi todas las cadenas de distribución. Ojo, no confundir con la masa de hojaldre, porque lo más parecido es la masa brick, pero esta es más salada que la pasta filo, y no nos serviría.
Para poder servirlos en la cena de Nochebuena, se ha de preparar con al menos un día de antelación. Como todo postre que se precie, sabrá mejor al día siguiente.
Ingredientes
Un paquete de pasta/masa Filo de JR (o similar) de 500 g. En el envase vienen 18-20 hojas de tamaño A3 (más o menos). Tengan en cuenta que se precisan unas 50-60 hojas de tamaño final (ver adelante).
700 g de nueces mondadas y molidas se mezclan con 210 g azúcar.
Para el almíbar:
500 g azúcar
Miel – según deseo y gusto
1 litro de agua
Agua de azahar al gusto

2-3 cucharadas de licor “Stroh”
 
o 2-3 viales de esencia de ron – en tiendas de alimentación rumanas, o del este.

En su defecto, unas buenas cucharadas de licor triple, o de Gran Marnier servirán igualmente.
Ralladura de corteza de naranja ó limón, una vaina de vainilla partida.

Empezamos cortando una hoja de pasta en cuartos. No sacar todas las hojas desde el principio, sino a medida de ir pasándolas por la plancha; de secarse no hay quién las despegue y quedarían inutilizadas.
A falta de una plancha rectangular, sirve también una redonda; incluso una bandeja. Eso sí, tiene que ser lisa, sin rayas.
Hojas pasadas por la plancha - vean el tamaño
Coja un cuarto de hoja y páselo por la plancha caliente, con un movimiento continuo y no muy rápido, casi como un matador haciendo una (media) verónica. Aquí, la muleta es la hoja y la plancha – el albero. Se debe ajustar la velocidad dependiendo de la rapidez con la que se “hace” cada hoja. El resultado ha de ser crujiente y de color dorado, pero no quemado.
Algunas hojas ya preparadas
Obtendremos una pila de considerable altura. No se engañen, al final la altura será parecida a la de una tarta.
Mientras, preparamos el almíbar.
Llevamos a ebullición el agua y le añadimos el azúcar y la miel. Los aromáticos se añaden al final, para que no se evaporen.
Recuerden: el almíbar ha de estar caliente (que no hirviendo, pero tampoco tibio), cumplirá mejor su cometido.
Necesitamos una cacerola cuya boca tenga un diámetro igual al plato de servicio donde irán los “pañales”. 24 cm es el tamaño que utilizo con mejores resultados.
Empezamos el montaje espolvoreando nueces con azúcar (ya están mezclados, ¿recuerdan?) en el fondo de la olla.
Encima, colocamos uno de los cuartos de hoja filo pasados a la plancha, procurando que no se rompa en trozos demasiado pequeños. Al servir no se notará, y tampoco se pueden colocar sin romper – al estar crujientes, es normal que se rompan. Pero tratamos de cubrir toda la superficie.
Con ayuda de un pincel o de una cuchara, bañamos ligeramente la hoja – una cucharada suele bastar, dos a lo sumo.
Antes de volver a espolvorear la hoja con nueces y azúcar, conviene apretar ligeramente con los nudillos de los dedos para comprobar la consistencia del pastel. Si está muy blando, trataremos de compensar con la siguiente hoja; incluso se pueden poner varias hojas a la vez, si fuera necesario.
Seguimos hasta colocar todas las hojas.
Si nos quedamos cortos de almíbar, podemos volver a hacer una pequeña cantidad. Si sobrara, guardamos en el frigorífico; en la cena de Nochebuena, o en las sucesivas comidas, puede que lo necesitemos – por si los “pañales” se quedan algo resecos.
El frasco tiene la función de apretar ligeramente los "pañales"
Al final, colocamos encima un plato llano, similar al de servicio, boca abajo. Sobre aquel hay que poner un pequeño peso – un frasco de un kilo de peso, o similar.
Envolvemos todo en film de cocina, para evitar la evaporación del almíbar, y dejamos en reposo unas 24 horas, en un lugar lo más fresco posible, pero no en el frigorífico.
Antes de servir, quitamos el plato, desmoldamos – deslizando un cuchillo fino entre las paredes de la olla y la “torta” si fuera necesario. Colocamos un plato encima de la olla y volcamos todo.
Los eventuales desperfectos se pueden alisar con el filo de un cuchillo, para darle un aspecto más cuidado.
Se cortan raciones como las de tarta.



La tradición quiere que se coman de Nochebuena en adelante.
Pequeño truco 1: para facilitar el desmolde, los más experimentados colocan una capa de film de cocina, o de papel de aluminio, en el fondo y las paredes internas de la olla, para a continuación proceder con el montaje. Al desmoldar, en vez de pasar el cuchillo, tiramos un poco del film sobrante, de manera que se levanten los "pañales".
Pequeño truco 2: si bien el exquisito sabor de las nueces no se puede comparar con otros, según la necesidad, se pueden utilizar mezclas de frutos secos – almendras, o pistachos verdes (que no salados).


Fotos: internet, y propias.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Invierno a la rumana (I). El santo al que esperan los niños. Dulce Adviento.



 
Los tiernos rayos de sol de una tarde de sábado empiezan a palidecer, dejando lugar a recuerdos ya un tanto lejanos. Lejanos en tiempo y también en espacio.
Érase una vez un niño que vivía con sus padres. Cada año, el Adviento venía disimulado bajo el mote de “mes de los regalos”, o sea que el consumismo no entiende de política.
Los exámenes escolares parecían los únicos escollos para poder empezar a disfrutar de los esperados acontecimientos de la época invernal.
Pasen y vean. Están invitados.

Las primeras nevadas.
La primera mañana después de que papa Invierno envolvía con su impoluto manto blanco la naturaleza urbana, se desataba la locura infantil. Aparte de los combates con bolas de nieve, y de los tortazos de nieve que tan poca gracia hacía a las compañeras de clase, todo recreo valía para improvisar pistas ad-hoc para deslizarnos a modo de patinaje sobre algún tramo de acera.
En el plano mítico, el primero en abrir el baile era San Nicolás, el precursor de Santa Claus.
En oriente lo llaman Nicolás de Mira, por la ciudad donde estuvo de obispo, pero en occidente se le llama Nicolás de Bari, por la ciudad donde se encuentran sus reliquias.
Nicolás fue en el siglo IV el obispo de Demra, la antigua Mira, una pequeña ciudad en la costa mediterránea turca. Según la tradición cristiana, se le atribuyen no pocos milagros, pero el que nos ocupa es el que cuenta que, siendo aún joven, se compadeció de un desquiciado hidalgo de la localidad de Patara, en Licia, que habiendo caído en la más absoluta miseria se había visto obligado a prostituir a sus tres hijas (según la leyenda, hermosas y honestas). Por la noche, el santo tiró tres calcetines  llenos de piezas de oro, por la chimenea de la casa de aquel desdichado padre, con lo que “proveyó el oportuno remedio".


Según esta bonita tradición, papá Nicolás es muy generoso con los niños buenos – les trae chocolates, dulces, nueces y regalitos, que, en la mañana de su fiesta, aparecen en las botas y los zapatos - que cada niño haya limpiado, abrillantado y colocado con esmero al lado de la puerta de su casa. 





Icono rumano pintado “tras vidrio” (Laz, 1894).

Representa a San Nicolás sentado en un trono con decoraciones barrocas y ataurique, bendiciendo con la mano derecha, mientras en la mano izquierda sujeta el Evangelio. Viste trajes de alto jerarca – omophorion[i], epitrachelion[ii] y epigonation[iii] - y lleva mitra arzobispal.

La autora de este icono no es otra que la recientemente fallecida Maria Poienariu-Deac (1923-2015), hija de Ilie Poienariu II.



[i] https://es.wikipedia.org/wiki/Omoforio

[ii] https://es.wikipedia.org/wiki/Epitrachelion

[iii] http://es.orthodoxwiki.org/Epigonation


Pero el mismo santo castiga a los niños desobedientes y perezosos. Por eso, los que no se han portado bien durante el año se arriesgan a encontrar en sus zapatos una vara – en alusión a un potencial castigo.

"¿Qué te ha dejado papa Nicolás?"
"Una varilla..."
El mes acaba de empezar; con lo cual, al mejor amigo del campesino rumano en invierno – he nombrado al cerdo – pocos días le quedan, ya que la matanza tradicional coincide con la fiesta de San Ignacio de Antioquia según la tradición ortodoxa – o sea, el 20 de diciembre. Pero esto es harina de otro… costillar.

 
Así y todo, y según la meteorología de cada lugar, las sobremesas o las largas tardes invernales se acompañan con dulces, entre los cuales un importante lugar lo ocupa un perfumado pan de especias.
He escogido la receta que utiliza una hermana de mi madre, por ser la misma que heredó de mi abuela materna.
Va por ellas.


PAN DE ESPECIAS DE LA TITA MACRINA
Mi tía Macrina, a sus 80 y tantos añitos, sigue horneando, de vez en cuando, este pan de especias, cuya receta heredó de su madre - a la sazón, mi querida abuela Aglaia. A buen seguro usa algún conjuro, porque suele desaparecer como por arte de magia...
1 taza de miel (unos 300 ml). Por favor, que sea rumana – es que la miel de aquel país no tiene parangón. Me decantaría por la de tilo o la de acacia (junto con la poliflora, también llamada mil flores, es la única que no cristaliza de manera natural).
1 taza de azúcar
1 taza de  aceite (de semillas, mejor que de oliva)
6 yemas grandes (8 si los huevos son pequeños)
1 cucharadita de bicarbonato de sodio (pregunte a sus amigos por alguna tienda rumana)
1 pizquita de sal
El zumo y la corteza rallada de medio limón
½ cucharadita de vainilla molida
2 cucharaditas de canela molida
Una pizca de pimienta perfumada ayuda mucho, al igual que algunos clavos de olor, igualmente molidos.
También podemos mezclar canela y pimienta de Jamaica, molidas, en partes iguales, para un aroma más sensual.
Otra posibilidad sería hacer un cóctel con las siguientes especies, molidas:
35 g canela
9 g clavos de olor
2 g pimienta en grano
1 g nuez moscada
2 g cilantro en grano
1 g cardamomo.

- 500 g. / 18 cucharadas de harina

Mezclamos todo con una cuchara.

Luego añadimos
- las claras de huevo a punto de nieve, con 6 (u 8) cucharadas de azúcar y esencia de ron/licor Stroh[4] al gusto y
- 200 g. nueces mondadas ligeramente machacadas, para que queden trocitos.
Ponemos la mezcla en moldes alargados de plum cake y horneamos en el nivel 1 del horno por espacio de 60 minutos a 180° C.

Al sacar, desmoldamos y espolvoreamos con azúcar impalpable; antes de cortar, dejamos que se enfríe.

No se pierdan las próximas entregas: dos vertientes de la música de la Natividad en Rumania, más recetas y más rituales.








[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Omoforio
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Epitrachelion
[3] http://es.orthodoxwiki.org/Epigonation
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Stroh


 
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