Breves reportajes hechos en Iași, V.O. con subtítulos en rumano.
Para empezar, en castellano.
https://www.youtube.com/watch?v=4rLfhAVmI0o
Desde Eslovenia, un reportaje en inglés con mucho sentimiento.
https://www.youtube.com/watch?v=RmEzZZz0SiI
Quizás el que mejor reproduce el ambiente de la ciudad: sólo unos versos, y música.
https://www.youtube.com/watch?v=TggKAd5vTrs
jueves, 31 de marzo de 2016
jueves, 24 de marzo de 2016
Gastronomía pascual rumana. Desmontando un mito: la supuesta dificultad de hacer un buen cozonac.
En la creencia ortodoxa, que no pocos, pero sí a menudo, confunden equivocadamente con la rusa (aunque sería más lógico equipararla con la griega, al ser los griegos quienes conducían el Imperio bizantino y no los rusos) la fiesta más grande es la resurrección. La fecha de la Pascua es una móvil, calculándose por criterios tanto astronómicos como de índole doctrinarios, respectivamente.
Si la
fecha varía, la férrea imposición de la abstinencia de la ingesta de alimentos
de origen animal durante las siete semanas anteriores es – para los creyentes
fervientes – inamovible. Con lo que hasta el Domingo de Resurrección, no se
consume nada que tenga sangre ni madre.
Debido
a esta y a otras creencias, establecidas a través del tiempo, los principales
alimentos que vayan a ser consumidos durante los tres días que dura la fiesta
se han de cocinar el Jueves Santo. Lo mismo vale para pintar los huevos
tradicionales.
Hoy
presentamos una primera receta típica de la pascua (versión rumana).
La
gran comida pascual
En
general, en la comida pascual, motivo de reunión de toda la familia y
allegados, el cordero es el protagonista por excelencia.
Pero,
como entrantes, en primer lugar, están los rituales huevos cocidos y pintados
que se rompen entre dos comensales de la siguiente manera: mientras uno sujeta
el huevo con un extremo hacia arriba, el contrincante se dispone a chocar el
suyo. El “activo”, el que va a golpear, debe pronunciar la fórmula: “El Cristo
Ha Resucitado”; enseguida, el otro (el que sujeta su huevo) debe contestar con
la fórmula: ”En verdad Ha resucitado”. Tras chocar, ambos dan la vuelta a su
huevo e intercambian papeles: el que golpeó en la primera fase se convierte en receptor,
etc.
Antaño,
el que lograba romper el huevo del contrincante se lo llevaba a modo de trofeo.
Junto
con los huevos cocidos, las entrantes lo conforman el “drob” (un
riquísimo pastel horneado de carne picada a mano, que además lleva huevos cocidos
dentro), ensalada de remolacha cocida con rábano picante, requesón con eneldo, queso
de oveja con rabanitos y cebolla de verdeo. Los platos de peso son a menudo una
ciorbă de cordero y un asado - ¿cómo no? – de cordero.
En
cuanto a postres, la nómina viene compuesta por cozonac en distintas
presentaciones, tamaños y rellenos (de nueces, de semillas de amapola o de
rahat-lokoum, pero también de confitura de picotas agrias) así como pască
(una especie de molde de masa de cozonac) que se rellena con: queso blanco
quark, nata, cacao, arroz, chocolate... amen de pasas emborrachadas en ron (ver
precedente receta).
En el
espacio virtual abundan aserciones como que la gastronomía pascual es aburrida
y difícil. Nada más falso. Y si no, pasen y se convencerán.
Cozonac trenzado con cacao[*]
Aviso
a navegantes: es este un cozonac ligero y delicioso, que no requiere mucho
trabajo; basta con mezclar los ingredientes hasta que queden bien homogéneos, y
listo. Hasta l@s principiantes lo logran una y otra vez.
1 kilo
de harina
600 ml
leche
200 g azúcar
1
cucharadita de sal
4
yemas de huevo
50 g de levadura fresca (de panadero)
50 g. de mantequilla
piel de limón y naranja, rallado
100 g de pasas, a su antojo…
2
cucharaditas de “ron” (ver la receta de “Mártires de Sebaste” en el post
anterior).
Para
el relleno:
4 cucharadas
de cacao
4
cucharadas de azúcar
Para pintar
por encima:
1 yema
de huevo
3
cucharadas de leche
En un
recipiente acorde con la finalidad – y las cantidades – que deseemos (antaño se
utilizaban las artesas) mezclamos la harina y la sal. Derretimos el azúcar en
la leche calentita y dejamos que suba. Añadimos a la harina y mezclamos;
echamos encima las yemas y empezamos a amasar a mano. Añadimos poco a poco la
mantequilla derretida.
Dejamos
subir hasta que duplique su volumen.
Volcamos
la masa sobre una tabla de amasar, que hayamos untado con una pizca de aceite;
amasamos ligeramente y formamos seis bolas de masa.
Extendemos
cada bola hasta obtener una forma rectangular.
Mezclamos
cacao y azúcar para obtener el relleno; untamos las seis piezas de masa con
esta mezcla.
Enrollamos
cada trozo de masa como para un “brazo de gitano”.
Trenzamos
tres rollos uniendo sus cabos. Repetimos la acción para los tres restantes.
Colocamos
ambos cozonaci en sendos moldes para hornear, cada uno con su correspondiente
papel de hornear.
¡OJO! Dejamos
una media hora en un lugar caliente, donde no haya corrientes de aire, para que
la masa pueda subir.
Batir
la yema con las tres cucharadas de leche y pintamos nuestros cozonaci.
Horneamos
en horno precalentado a 200ºC
durante una hora. Pasado este tiempo, comprobamos si están hechos – pinchamos con
un palito de dientes o un pincho de madera. Si al sacarlo, este sale limpio,
sin migas de masa, se ha alcanzado el punto de horneado.
Hacemos
un almíbar ligero y untamos. Se desmoldan y se dejan enfriar cubiertos con papel,
antes de cortar y servir.
Confesión:
la tentación de romper y degustarlos (una y otra vez) mientras aún están tibios
es irresistible. Hay quién se ayuda con un vaso de leche, para hacerlo bajar…
Próximamente:
pasca.
martes, 8 de marzo de 2016
Gastronomía festiva de Rumania. 9 de marzo, Soldaditos de Sebaste.
9 de marzo. Celebración de la pasión de los cuarenta mártires de Sebaste.
Manjar típico: "Soldaditos
de Sebaste" – en rumano “mucenici”
(pronunciar
mucheníchy)
Según
San Basilio de Cesarea, llamado Basilio el Magno (ca. 330 -1 de enero, 379), santo
de la Iglesia Ortodoxa y uno de los cuatro Padres de la Iglesia Griega, junto
con San Atanasio, San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo, cuarenta
soldados que habían confesado abiertamente su condición cristiana, fueron
condenados por el prefecto a estar expuestos desnudos durante la noche sobre
una laguna helada cerca de Sebaste.
Esto se ve reflejado en la bonita iconografía de esta fiesta.
Entre los confesores, uno cedió y, dejando a sus compañeros, buscó los baños calientes cerca del lago que habían sido preparados para quien quisiera renunciar. Uno de los guardias que vigilaba a los mártires vio en este momento un brillo sobrenatural sobre ellos – según la tradición ortodoxa, dicho brillo lo constituían las sendas coronas del martirio cristiano, que Jesucristo les mandaba desde los cielos.
Esto se ve reflejado en la bonita iconografía de esta fiesta.
Entre los confesores, uno cedió y, dejando a sus compañeros, buscó los baños calientes cerca del lago que habían sido preparados para quien quisiera renunciar. Uno de los guardias que vigilaba a los mártires vio en este momento un brillo sobrenatural sobre ellos – según la tradición ortodoxa, dicho brillo lo constituían las sendas coronas del martirio cristiano, que Jesucristo les mandaba desde los cielos.
En
ese momento se convirtió al cristianismo, y despojándose de sus vestiduras se
unió a los otros treinta y nueve. Así, el número de cuarenta se mantuvo
constante. Al amanecer, los cuerpos rígidos de los soldados, que aún mostraban
señales de vida, fueron quemados y sus cenizas arrojadas a un río. Los
cristianos, sin embargo, recogieron los preciosos restos que quedaban y las
reliquias fueron distribuidas por muchas ciudades. De esta manera, la
veneración de los cuarenta mártires llegó a extenderse, y se erigieron en su
honor numerosas iglesias.
En
recuerdo de la pasión de aquellos soldados cristianos, el 9 de marzo, la
tradición manda hornear (al menos) 40 roscos antropomórficos (parecidos a la
cifra ocho, o incluso imitando un monigote) destinados a compartir con la
familia, los allegados y los vecinos, toda vez que se han de beber 40 tragos de
vino. Otros autores hablan de vasos - que no tragos – mientras otros sostienen
que la cifra mágica es 44. Desde aquí, insistimos que el consumo exagerado de
alcohol no suele ser bueno.
Hoy
es el día de los cristianos cuyos nombres no tienen santo homónimo en el
santoral.
Según
la tradición popular, el que haga caso omiso de la ritual celebración se
arriesga a enfermar durante 40 días; en cuanto al tiempo, sostienen que tal y
como será este día lo serán los 40 días venideros.
Receta
para chuparse desde los dedos hasta los codos...
SOLDADITOS
DE SEBASTE
2
kilos de harina blanca de trigo
200 g pasas
3
tazas de leche
100 g de levadura de panadero
2
sobres de azúcar avainillado
1
ínfima cucharadita de sal
12
huevos
250 g. de mantequilla
500 g de azúcar
Cáscara
de limón y naranja, rallada – a su gusto
50
ml de lo que l@s ruman@s llaman “ron” - un licor aromático de nombre “Stroh”.
Bueno, si no tienen, Cointreau, Grand Marnier, licor Triple o algún oloroso
viejo podrían dar el pego. Pero sabor rumano – rumano no tendrá; lo
siento, las cosas como son.
La
noche anterior se sacan del frigorífico la levadura y los huevos para estar a
temperatura ambiente.
Echamos
la harina en una fuente grande.
Separamos
las yemas y las mezclamos con el azúcar glass, un poco de sal y la vainilla.
Añadimos
la ralladura de limón y naranja.
Fundimos
la mantequilla y la guardamos.
Escaldamos
2 cucharadas de harina de la susodicha con 200 ml de leche caliente. Mezclamos
enseguida y concienzudamente, cual castigo, para que no se formen grumos; luego
la indultamos y dejamos entibiar.
Ablandamos
la levadura con una cucharada de azúcar y añadimos una taza de leche caliente,
junto con un par de cucharadas de harina (más de lo mismo, de arriba).
Mezclamos y dejamos subir.
Cuando
empiece a subir, añadimos la harina escaldada ya tibia (que no queme el dedo),
mezclamos bien y la dejamos de nuevo subir; cubierta con un pulcro paño y en
lugar calentito.
En
la fuente con harina se echan, por este orden: el azúcar con las yemas, la
mantequilla fundida, la levadura, más tanta leche como para cubrir la harina.
Amasamos
con cariño todos los ingredientes hasta obtener una masa no demasiado
consistente, pero tampoco blanda, a la que a continuación añadimos unas
cucharadas de aceite, y seguimos amasando durante al menos 30 minutos.
Si
la masa queda demasiado pegajosa, se le puede añadir algo de harina (1-2
cucharadas). No me pregunten de donde. Si no tienen harina en la cocina aparte
de un solo kilo que le dije yo, no tiene sentido meterse a pastelero
aficionado; no es para usted... Apáñese algún/a amig@ o familiar ruman@ que
sepa preparar esta receta, y agarre una botella de buen tinto, como es mandado.
Crecerá ante los ojos de los anfitriones, ya que en esta fiesta dicen que es
menester tener 40 soldaditos y tomar 40 vas(it)os – de vino. En las culturas balcánico-ortodoxas
- ya que toda comida que se precie ha de ser consagrada por el sacerdote del
lugar antes de dar cuenta de ella - el único vino aceptado es el tinto. Bueno,
para los ateos, a lo sumo un rosado; pero que no sea seco, so pena de ver
alguna ceja levantándose condescendientemente.
Se
deja la fuente con la masa en un lugar caliente, cubierta con un paño limpio y
dejamos subir una hora aproximadamente...
…
hasta que triplique su volumen.
Una
vez obtenido el volumen deseado, formamos largos y finos cilindros que
trenzamos, dándoles forma de la cifra 8, que recuerda vagamente a las figuras
antropomórficas.
Calentamos
el horno a 180º.
Colocamos
los soldaditos sobre papel de hornear, en una bandeja, y dejamos subir otros
30-40 minutos.
Acto
seguido, se untan con huevo batido y se hornean durante unos 45 minutos, a 180ºC, hasta que cojan bonito
color.
Mientras,
se prepara un almíbar con 200 ml de agua, 500 g miel, una vaina de vainilla abierta en
canal y un chupito del mencionado licor para aromatizarlo.
Mientras
estén aún calentitos, se sumergen los soldaditos en el almíbar templado unos
20-30 segundos, asegurándonos que están bien empapados. Se sacan en una bandeja
de servir, se untan con un poquito de miel – o un mucho, según gusten - y se
espolvorean con nueces ralladas mezcladas con azúcar (en proporción 4:1).
Y si
ahora no saben qué hacer, lo suyo no tiene arreglo. Pero primero lávese las
manos, porque los cubiertos son una pijada baladí; jamás experimentará mayor
placer que el de pringarse con miel y saborear un buen vino, como los romanos.
A vivir, que son dos días.
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