martes, 8 de marzo de 2016

Gastronomía festiva de Rumania. 9 de marzo, Soldaditos de Sebaste.



9 de marzo. Celebración de la pasión de los cuarenta mártires de Sebaste.
Manjar típico: "Soldaditos de Sebaste" – en rumano “mucenici
(pronunciar  mucheníchy)

Según San Basilio de Cesarea, llamado Basilio el Magno (ca. 330 -1 de enero, 379), santo de la Iglesia Ortodoxa y uno de los cuatro Padres de la Iglesia Griega, junto con San Atanasio, San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo, cuarenta soldados que habían confesado abiertamente su condición cristiana, fueron condenados por el prefecto a estar expuestos desnudos durante la noche sobre una laguna helada cerca de Sebaste.

Esto se ve reflejado en la bonita iconografía de esta fiesta.


Entre los confesores, uno cedió y, dejando a sus compañeros, buscó los baños calientes cerca del lago que habían sido preparados para quien quisiera renunciar. Uno de los guardias que vigilaba a los mártires vio en este momento un brillo sobrenatural sobre ellos – según la tradición ortodoxa, dicho brillo lo constituían las sendas coronas del martirio cristiano, que Jesucristo les mandaba desde los cielos.
En ese momento se convirtió al cristianismo, y despojándose de sus vestiduras se unió a los otros treinta y nueve. Así, el número de cuarenta se mantuvo constante. Al amanecer, los cuerpos rígidos de los soldados, que aún mostraban señales de vida, fueron quemados y sus cenizas arrojadas a un río. Los cristianos, sin embargo, recogieron los preciosos restos que quedaban y las reliquias fueron distribuidas por muchas ciudades. De esta manera, la veneración de los cuarenta mártires llegó a extenderse, y se erigieron en su honor numerosas iglesias.

En recuerdo de la pasión de aquellos soldados cristianos, el 9 de marzo, la tradición manda hornear (al menos) 40 roscos antropomórficos (parecidos a la cifra ocho, o incluso imitando un monigote) destinados a compartir con la familia, los allegados y los vecinos, toda vez que se han de beber 40 tragos de vino. Otros autores hablan de vasos - que no tragos – mientras otros sostienen que la cifra mágica es 44. Desde aquí, insistimos que el consumo exagerado de alcohol no suele ser bueno.
Hoy es el día de los cristianos cuyos nombres no tienen santo homónimo en el santoral.
Según la tradición popular, el que haga caso omiso de la ritual celebración se arriesga a enfermar durante 40 días; en cuanto al tiempo, sostienen que tal y como será este día lo serán los 40 días venideros.



Receta para chuparse desde los dedos hasta los codos...
SOLDADITOS DE SEBASTE
2 kilos de harina blanca de trigo
200 g pasas
3 tazas de leche
100 g de levadura de panadero
2 sobres de azúcar avainillado
1 ínfima cucharadita de sal
12 huevos
250 g. de mantequilla
500 g de azúcar
Cáscara de limón y naranja, rallada – a su gusto
50 ml de lo que l@s ruman@s llaman “ron” - un licor aromático de nombre “Stroh”. Bueno, si no tienen, Cointreau, Grand Marnier, licor Triple o algún oloroso viejo podrían dar el pego. Pero sabor rumano – rumano no tendrá; lo siento, las cosas como son.


La noche anterior se sacan del frigorífico la levadura y los huevos para estar a temperatura ambiente.

Echamos la harina en una fuente grande.




Separamos las yemas y las mezclamos con el azúcar glass, un poco de sal y la vainilla.
Añadimos la ralladura de limón y naranja.
Fundimos la mantequilla y la guardamos.
Escaldamos 2 cucharadas de harina de la susodicha con 200 ml de leche caliente. Mezclamos enseguida y concienzudamente, cual castigo, para que no se formen grumos; luego la indultamos y dejamos entibiar.

Ablandamos la levadura con una cucharada de azúcar y añadimos una taza de leche caliente, junto con un par de cucharadas de harina (más de lo mismo, de arriba). Mezclamos y dejamos subir.

Cuando empiece a subir, añadimos la harina escaldada ya tibia (que no queme el dedo), mezclamos bien y la dejamos de nuevo subir; cubierta con un pulcro paño y en lugar calentito.
En la fuente con harina se echan, por este orden: el azúcar con las yemas, la mantequilla fundida, la levadura, más tanta leche como para cubrir la harina.

Amasamos con cariño todos los ingredientes hasta obtener una masa no demasiado consistente, pero tampoco blanda, a la que a continuación añadimos unas cucharadas de aceite, y seguimos amasando durante al menos 30 minutos.
Si la masa queda demasiado pegajosa, se le puede añadir algo de harina (1-2 cucharadas). No me pregunten de donde. Si no tienen harina en la cocina aparte de un solo kilo que le dije yo, no tiene sentido meterse a pastelero aficionado; no es para usted... Apáñese algún/a amig@ o familiar ruman@ que sepa preparar esta receta, y agarre una botella de buen tinto, como es mandado. Crecerá ante los ojos de los anfitriones, ya que en esta fiesta dicen que es menester tener 40 soldaditos y tomar 40 vas(it)os – de vino. En las culturas balcánico-ortodoxas - ya que toda comida que se precie ha de ser consagrada por el sacerdote del lugar antes de dar cuenta de ella - el único vino aceptado es el tinto. Bueno, para los ateos, a lo sumo un rosado; pero que no sea seco, so pena de ver alguna ceja levantándose condescendientemente.

Se deja la fuente con la masa en un lugar caliente, cubierta con un paño limpio y dejamos subir una hora aproximadamente...

… hasta que triplique su volumen.


Una vez obtenido el volumen deseado, formamos largos y finos cilindros que trenzamos, dándoles forma de la cifra 8, que recuerda vagamente a las figuras antropomórficas.

Calentamos el horno a 180º.




Colocamos los soldaditos sobre papel de hornear, en una bandeja, y dejamos subir otros 30-40 minutos.
Acto seguido, se untan con huevo batido y se hornean durante unos 45 minutos, a 180ºC, hasta que cojan bonito color.

Mientras, se prepara un almíbar con 200 ml de agua, 500 g miel, una vaina de vainilla abierta en canal y un chupito del mencionado licor para aromatizarlo.
Mientras estén aún calentitos, se sumergen los soldaditos en el almíbar templado unos 20-30 segundos, asegurándonos que están bien empapados. Se sacan en una bandeja de servir, se untan con un poquito de miel – o un mucho, según gusten - y se espolvorean con nueces ralladas mezcladas con azúcar (en proporción 4:1).



Y si ahora no saben qué hacer, lo suyo no tiene arreglo. Pero primero lávese las manos, porque los cubiertos son una pijada baladí; jamás experimentará mayor placer que el de pringarse con miel y saborear un buen vino, como los romanos.
A vivir, que son dos días.

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