jueves, 20 de agosto de 2015

Auténtica gastronomia de Rumania. Urs, bulz, cocoloş... misma cosa.



    1 litro de agua
    500 g. sémola de maíz
    450 g. queso rumano brânză de burduf * - untuoso, salado y picante
    50 g. mantequilla
    500 ml leche cuajada

Hacer una mămăligă* algo más espesa, al modo de los ciobani (pastores de las sierras carpáticas), y dedíquesela al bulz o urs – "bola" u "oso", siendo este el plato más auténticamente pastoril.

Me ciño a la tradición, luego mantengo que la brânză de burduf, saladita y con su ligero toque de ajo ha de ser el relleno de los cachos de mămăligă ligeramente extendidos sobre una plancha de madera y untados con mantequilla.

El resultado serán unas bolas, rondando los 500 g de peso cada una, incluyendo los 150 g de queso.
Para que el núcleo salga bien caliente y apretado, y si no quiere esparcirlo por doquier en el momento menos pensado, es menester que el queso está bien envuelto en su respectiva capa de mămăligă que lo oculte de la vista del calor directo.

Ahora, rapidito pa’ las brasas. Conviene tener una brasa totalmente “hecha”, como dirían los gauchos argentinos – sin zonas negras que delaten una combustión incompleta – de color rojo uniforme, ya cubierto de una capa blanquecina de ceniza, donde ocultaremos el bulz en las cenizas calientes.

El punto óptimo de asado se consigue cuando la corteza esté crujiente y haya tomado un bonito color dorado tirando a cobrizo.


Es entonces cuando, al primer bocado, un provocador crujido de su fina costra dé paso de inmediato a la rapsodia (estamos en Rumania) del corazón de queso, caliente y aterciopelado.

Por si el queso está algo más picante-salado de lo habitual (de hecho, así es como debería de estar), le va bien cubrir el bicho con un par (o al menos dos) de generosas cucharadas de lo mejor de la leche - crema espesa, yogur (casero, se entiende) o de la arriba mentada leche cuajada – para bajar el incendio.
Si gustan, pueden jugar al aprendiz de cocinero en lo que al relleno se refiere; ya que la mămăligă se adapta tanto a los derivados de leche (queso fresco, quark, feta, requesón, etc) que no rechaza a nadie – ya sean estas carnes en varias presentaciones, u hortalizas, legumbres, hierbas, setas, y ¡hasta frutas!
Prueben rellenar la dúctil mămăligă con lo que se le antoje, se lo ruego. Se asombrarán de lo sabroso que resulta cualquier combinación. Además, es sumamente saludable y ligera que la harina de trigo – y tampoco engorda.
Recuerden – eso sí – que su preparado será digno del nombre de bulz únicamente si lleva brânză de burduf, si está hecho en las brasas (dentro, bien cubierto) y si ha adquirido su correspondiente y crujiente costra, del color que usa el otoño y el fuego para colorear las hojas de los bosques.
Que sí, que al horno también sale bastante bien; pero sin el toque organoléptico inconfundible de la brasa – al igual que para la mazorca entera...
Mas si el bulz está hecho SOLO con queso, tal como lo hacen desde hace siglos los pastores carpáticos, no podrás acompañarlo con otra bebida que no sea un aguardiente de manzana, de los bajos Cárpatos.
Si en cambio te has atrevido con otros rellenos, esto se convierte desde una sencilla (aunque no menos exquisita) entrada, en un plato en sí. Lo que le aboca ineludiblemente al vino; más bien blanco y más bien seco.
Abundan en Rumania vinos que podrás contar como otros tantos aciertos – trátese de Mustoasa de Măderat, de las colinas de Arad, de una Galbenă de Odobești, de la Crâmpoșia de Drăgășani, u otros vinos igualmente alegres de Moldavia, Valaquia o Transilvania.
En España, se le ha visto acompañado por un Godello orensano, y a mucha honra.

*) Para lo relacionado con la terminología culinaria tradicional rumana, sírvanse consultar el post de este mismo blog, de fecha 26 de mayo, intitulado “Gastronomía de Rumania; la gran desconocida (2). Un menú rumano, compuesto de un primero, un segundo y un postre.” Allí mismo encontrarán una receta de mămăligă.

Fotos: internet; Ovidiu Slavulete.

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