¿Habrá algún turista capaz de
volver de un viaje sin ningún recuerdo y/o regalo para los más
allegados? Para mí que no.
Lo normal es que nos traigamos algo, de mayor o menor valor, precio,
impacto o tamaño, en línea con nuestras vivencias, y que podamos exponer y menos guardar en algún cajón.
Viajar a Rumania tampoco se va a
salir de esta dinámica.
Aquí van algunos consejos a la
hora de elegir objetos atractivos y de calidad.
No me referiré a los objetos de
arte culto – cuadros, tallas, antigüedades, etc. – ya que estos tienen un régimen
aparte, no en último lugar debido a su tamaño. Solo mencionar que es
aconsejable proveerse de un permiso de exportación. De bastante fácil
obtención, lo expiden las oficinas del patrimonio cultural de cada departamento
y el artista o vendedor local os debería ayudar en el proceso – noblesse
oblige.
La oferta en objetos de arte
popular es bastante extensa, en todo el país, así que iremos por géneros.
1)
Trajes folclóricos.
2)
Alfombras y otros tejidos
3)
Bordados manuales.
4)
Cerámica.
5)
Máscaras populares.
6)
Muebles y artefactos tradicionales de madera labrada.
7)
Pintura – huevos de Pascua e iconos (sobre madera, o tras
vidrio).
VEȘMINTE
Termino que designa – lo habrán
adivinado – la vestimenta; los trajes, vamos.
Los hay para todos los gustos y
bolsillos. Más recargados o más sencillos y estilizados.
Desde que Matisse pintara en 1940 su
ciclo de las “Blusas Rumanas”,
hasta 2012, cuando el diseñador Philippe Guillet
presentó en Paris una colección de alta costura “100% RO - Prejuicios”, el
traje rumano no ha dejado indiferente a nadie.
Los trajes más vistosos son los
del norte de Moldavia y de la tierra de Muscel, al sur de los Cárpatos.
Desde las blusas y camisas de finísimo
lino o algodón, más aptas para el verano,
hasta los chalecos (“bundă” o “bundiță”)
que emplean pieles curtidas y bordadas, con finas guarniciones de forro de oveja
astracán, de marta o incluso de hurón.
El surtido es amplio, para todos los gustos y presupuestos.
Algunos aspectos a tener en
cuenta: la magia de las blusas rumanas (“ie”, o “cămeșă”) que
realza la belleza de toda mujer – hagan la prueba y me darán la razón. Si una Nicole
Kidman, Adele, Halle Berry o Gabrielle Anwar vistieron esta prenda ¿por qué no
lo haría usted? Es un atuendo elegante y nada ostentoso.
Su mejor complemento sería una “marámă”
(un chal de finísima seda transparente, con bordados blancos o azules, pudiendo
alcanzar los tres metros de largo). Siendo parte integrante del traje popular
rumano, no debería haber “ie” sin “marámă”.
Y, en segundo lugar, no pasen por alto los complementos – llámense estos cinturones mega anchos para hombre ("chimir" - léan "quimír")
o más
estrechos y de coloridas cuentas, a juego con las piezas para el cuello y pulseras, para mujer,
sombreros masculinos ("clop") con plumas de faisán (sic!),
o
las tradicionales “opinci”:
unas arcaicas piezas de calzado de procedencia
geto dacia; hechas en cuero, vienen atadas al tobillo con finas cuerdas también
de cuero. Son frescas en verano y calentitas en invierno.
Drum bun! (¡Buen viaje!)
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