domingo, 28 de junio de 2015

Carta a mis amigos P. y M., viajeros rumbo a Rumania.




Estimados y queridos amigos míos,
Ahora, en vísperas de vuestra salida hacia mi tierra (en rumano țară), y a pesar de las entretenidas tertulias que tuvimos, me estoy dando cuenta que se han quedado en el tintero no pocas cosas. Os iré desgranando algunas, con la esperanza de que os sean útiles y que podáis disfrutar de buenas vivencias allí.

Como ya confesé hace tiempo, mi propósito no es el de ensalzar los atractivos de Rumania que ya están en la lista UNESCO, sino otros, no menos valiosos pero sí injustamente menos publicitados.

No me referiré a la etapa brasoviana de vuestra estancia, donde tendréis a disposición el apoyo del equipo organizador del Instituto Cultural Rumano, sino que iré un poco hacia la parte final de la misma, la de vuestro viaje a la Tierra Alta de Moldavia. Ya sabéis que, en buena lógica, repudio el topónimo “Bucovina”, lo mismo que el de “Basarabia”, ambos teniendo en común la ocupación por parte de imperios aledaños, de sendos territorios moldavos, bautizados con nombres inventados ex propósito, como para justificar los raptos. Porque el principado de Moldavia se dividió histórica y administrativamente, en dos țări – tierras - Țara de Sus y Țara de Jos. Huelga recordar la analogía etimológica con – por ejemplo – los riojanos monasterios de Suso y de Yuso; con lo que traduciríamos al español como Tierra de Arriba y Tierra de Abajo.


A ver; una vez llegados a la parte septentrional de Moldavia Occidental, además de los importantísimos monasterios a los que ya se les concedió el título de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, insistiría muy mucho a que pidáis a vuestra anfitriona Raluca que os indique debidamente como llegar al pueblo de Ciprian Porumbescu (único autor en la historia del arte en componer coros elegidos como Himnos Nacionales de sendos países a la vez – ver entrada publicada en el blog).

No se os pase el pueblo de Marginea (con su cerámica negra):
Ceramica y paños de Marginea

Tampoco la mina de sal de Cacica, una de las muchas minas del país:






 Si será posible, el museo de trajes tradicionales de Sófia Vicoveanca en Vicovu de Sus será un exquisito colofón de vuestro viaje por tierras altas de Moldavia (Doña Sófia es una verdadera reina del cante popular de la zona, reconocida como tal a nivel nacional e internacional – y una bellísima persona).
Sófia Vicoveanca, una gran voz de la canción popular rumana


Me consta que ver tanto monasterio, fresco e icono puede resultar algo agobiante, pero si acaso os podréis acercar al pueblo de Bălinești, la iglesia Sfântul Nicolae os valdrá ver unos frescos cargados incluso de información antropológica.

Iglesia Sfântul Nicolae de Bălinești

Allí, el autor de los frescos es el presbítero Gavril, un “producto del medio artístico moldavo […] que por la fiel reproducción de los prototipos de los cuatro evangelistas del Tetraevangelio de 1429, como por la asimilación orgánica de los principios estilísticos fundamentales de sus predecesores y mediante la integración de éstos en su propia síntesis artística, el presbítero Gavril siguió fielmente la tradición de la escuela moldava de pintura del siglo XV.


Mas el origen rumano de este artista viene confirmado por otro rasgo estilístico: la presencia, en las pinturas de Bălinești, de los tipos auténticamente rumanos. Junto con tipos tradicionales griegos, presentes en la pintura religiosa de todos los países ortodoxos, en la pintura de Bălinești se encuentran no pocos personajes cuyos rostros, particularmente vivos y expresivos, son verdaderos retratos de gente corriente.
El Santo Emperador Constantino, por el presbitero Gavril (de Bălinești)

La Santa Emperatriz Elena, por el presbitero Gavril (de Bălinești)
















Por ejemplo, las imágenes de los santos Constantino y Elena, representados en su sitio tradicional – en la pared oeste de la nave, a la izquierda de la puerta. La expresividad, la autenticidad y el total rechazo a la sofisticación de sus rostros, convierten a los dos “santos emperadores” en sendos retratos de verdaderos campesinos rumanos. Acerca de estas dos representaciones, es ilustrativo, para más señas, un comentario hecho por el bizantinólogo británico Talbot-Rice. Poderosamente impresionado por los rasgos del todo fuera de cánones de estos dos santos de Bălinești, Rice dijo “aquí, las caras son esencialmente rumanas; ni griegas, ni orientales” (here the faces are essentially roumanian: neither greek, nor oriental - David Talbot Rice, G. Millet, Byzantine Painting at Trebizond, 1936).

(Sorin Ulea. “Gavril Ieromonahul, autorul frescelor de la Bălinești. Introducere la studiul picturii moldovenesti din epoca lui Stefan cel Mare.” En “Cultura Moldoveneasca in timpul lui Stefan cel Mare”, Bucarest, 1964)



Para terminar, me remitiré a lo escrito hace ya un siglo por Eugène Pittard, un antropólogo suizo enamorado de Rumania, en su libro “La Roumanie. Valachie – Moldavie – Dobroudja” (Ed. Bossard, Paris, 1917): “Fue el campesino rumano quién hizo el reino de Rumania, esta Rumania que alimentó con su labor de cada día. La patria por él habita, desde los albores de su historia, fue generosamente regada con su sangre. Por ser valiente bastión defensivo en contra de la ola irresistiblemente lanzada por las huestes osmanlí, la Europa cristiana bien puede dedicarle su infinito agradecimiento. No me corresponde a mí juzgar la política de los dirigentes del estado rumano en según qué época de sus aventuras históricas, pero me consta que las paginas gloriosas de Rumania fueron escritas con la valentía del campesino, el hombre vestido de cojoc, opinci y caciula*.”


¡Que os vaya bonito, y hasta la vuelta!

* A buen seguro, Don Nicolás Popa os explicará, durante vuestra estancia en la casa de sus padres de Târpești, el significado de estos términos. Y no dejéis de traeros alguna máscara típica del lugar.





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